Por Arturo Pardo
¿Qué se sentirá no ser un ser humano? Es una pregunta que alguien capaz de leerla, nunca podrá responderse. Eso, sin embargo, no implica que la pregunta inversa sea más fácil de responder…
¿Qué implica ser humano? Qué cuestionamiento tan enredado. Es ilógico sentir la necesidad de buscar la definición en un diccionario, en un tratado de la antigua grecia o preguntarle a alguien más como si quien consulta, no tuviera ya la experiencia en carne propia.
Cada día somos seres humanos y no hay nada que podamos hacer para evitarlo. ¿Qué implica? Pues, todo lo que nos compone (viene entonces una lista tal vez innecesaria): las ganas de reir, la incapacidad reiterada de ser 100% transparente, las cosquillas, la capacidad de apenarse, la necesidad de sentir amor, el deseo sexual, la inseguridad…
Sumemos a la lista la tendencia a compararse, el deseo de ayudar, el hambre, la gula, el deporte, la pereza física, el fanatismo o la aversión a ver Friends…
¿Seguimos la lista de características? La capacidad de hacer cultura, la inteligencia, la toma de decisiones, la capacidad de elegir y tomar decisiones…
Y dentro de todo esto, no faltará quien mande uno de esos memes cursis con algo como: entre más conozco a los seres humanos, más quiero a mi perro.
Como seres humanos integramos la curiosa ambivalencia de tener poder creativo pero también una lamentable capacidad destructiva. Sabemos amar y también generar daño. Somos capaces de transitar entre los extremos opuestos consciente o inconscientemente y quedarnos en algún punto en todo ese espectro.
El potencial que tenemos como seres humanos varía entre individuos, permeado por la capacidad personal, los intereses, los objetivos y el espíritu. Sin embargo, hay mucho que nos une, mucho que podemos elaborar en conjunto y, a fin de cuentas, mucho por hacer.
Con eso en mente, armamos esta edición, segmentada en tres artículos desde diferentes ópticas y con un playlist complementario relacionado al venidero Día del Padre.
Acá va.