Esta columna hace mención de personajes de series, pero como sabemos, lo que pasa en la televisión, también puede pasar en la vida real. No nos responsabilizamos por información que mate la sorpresa de los episodios que usted no haya visto.
Por Iside Sarmiento
De los tres, Logan fue el único que no sobrevivió. Mi teoría con Logan es que era casi lógico que sufriera un quebranto de salud en cualquier momento. Fundador, dueño y cabeza de una cadena de parques de diversiones, una línea de cruceros y una multimedia con gran influencia en la opinión pública, sus tres hijos tampoco le ayudaban mucho: igual de fascinantes como desastrosos.
Aquel día Logan cumplió 82 años y por vanidoso, para que su novia 40 años menor que él no lo viera usar medias de compresión, murió en pleno vuelo transatlántico. Iba camino a vender su multi-billonario conglomerado de negocios a un sueco guapísimo pero muy inestable.
Natassia, por su parte, tenía planes de irse a bucear. Ella también, al igual que Logan, viajaba mucho. Fisicamente preciosa, visiblemente saludable, con buen gusto para la moda, no toma ni fuma, está en sus 30’s y aunque su vida en Instagram se ve de ensueño, el trabajar demasiado, dormir poco y no ejercitase lo suficiente –cree ella– pudieron haber sido la causa de su propio quebranto.
En su último viaje, Natassia visitó cinco países en una misma semana. 17 días después tenía planeado otro viaje. Pero como también es inteligente, se fue a Emergencias en vez de a Roatán y pasó navidad en el hospital. En una parada súbita de labores sin cesar y socialización excesiva por trabajo, tuvo la enseñanza máxima: la salud, es lo mas importante. Pasó mes y medio aislada, inmóvil y sintiéndose débil. Y justo cuando ella estaba recuperándose, fue mi turno. Todavía no la conozco personalmente pero en mi mundo, somos amigas. Nos conocimos por Instagram y nos pasó lo mismo que a Logan: embolia pulmonar.
Yo iba toda feliz a celebrar el año nuevo chino el 22 de enero. Ese día se supone que no hay que llorar ni hacer llorar, no cortarse las uñas o nada, barrer o menos ir a un hospital. Pero por más supersticiosa que soy, la tos y la falta de aire fueron mas fuertes que el folclor chino.
Pasé internada 19 días y Natassia, que espero conocerla en persona algún día, fue mi gran amiga de TEP. Como me llevaba un mes de ventaja, me contaba cómo se sentía, sobre el proceso de recuperación, los medicamentos, posibles causas y más. Se convirtió en una especie de coach de infarto pulmonar y en cada audio y texto intercambiado me brindaba esperanza y apoyo emocional. Le estoy muy agradecida por compartirme su experiencia en algunas noches tristes y días nerviosos mientras estuve hospitalizada.
Pero ahorita estoy en el balcón de mi muy linda y acogedora casa, viendo el atardecer y tomándome una sopa de pollo con jengibre que me está sacando el resfrío. Resulta que el mismo día que me dieron completamente de alta en el hospital, vendí un apartamento que supuestamente era mío –pero que resultó siendo más del banco– y al soltar la tensión de los últimos meses, se me soltaron también, los mocos.
Llevo dos días en casa recuperando fuerzas. Chineándome. Tomándome mi tiempo, para mí.
Alivianándome
En estos días he estado sacudiéndome los últimos piojos post-pandémicos que me quedaron pegados.
Aquel apartamento y yo estábamos en una relación tóxica. Teníamos que terminar. Tenía la idea de que era mio, pero cada vez, era más del banco. Soltarlo, al igual que soltar otras relaciones e ideas de la última década, ha sido un gran alivio.
Acabo de ir a buscar algún aceitito para ponerme en en el pecho porque el resfrío me tiene con una tosesilla que me estoy cuidando. Y resulta que el aceite de magnolia estaba sin la tapa de seguridad y básicamente se me regó la mitad del frasco en las manos y en la ropa. Ahora mismo soy una difusora caminante y toda la casa huele a flores. Se me quitó la tos eso sí y acabo de ver en Google que el aroma de magnolia calma, relaja y alivia la ansiedad. De seguro por eso me puse a escribir esto en vez de enviar la cotización que están esperando desde la tarde. Pero después de la muerte de Logan, que debo confesar me impactó mucho, hay cosas que tienen prioridad, como para mí, escribir.
Entonces el sábado que viene presento la cuarta edición de mi primer libro, nueve años después de la primera. Si yo fuera artista visual sería como una especie de retrospectiva de mi obra. Un homenaje en vida para celebrarme mis logros profesionales y maravillosas conexiones humanas. La presentación se realizará en uno de los proyectos en los que he asesorado el Feng Shui, validando su aplicación en diseño y arquitectura con un recorrido interactivo y con el libro como guía de clase.
Me da mucha alegría la celebración de la presentación del libro, porque estoy segura de que si bien mi funeral hubiera sido todo un evento, me lo hubiera perdido. Y como dice y repite mi querida madre: “las flores en vida hermano, en vida”.
¿Qué necesidad tenía Logan Roy de cruzar medio mundo para ir a vender su empresa a un “techie”, envés de dejársela a alguno de sus tres hijos, dos exesposas o nueva novia, que hasta rumores de embarazo había? ¿Qué necesidad tenía Natassia de coger otro vuelo para otra nueva gran aventura, cuando venía bajando del avión hacía unos días? ¿Qué premura tenia yo de reiniciar mi vida tan pronto como pudiera, después de un corazón roto y una re-evaluación de lo que se suponía debería estar haciendo a mis 48, corriendo, arreglando todo?
Logan, Natassia y yo somos muchos, casi todos. Pertenecemos a una generación moderna de invencibles que todo lo puede. Un generación pre y post pandémica que debe maximizar su tiempo, ser buena persona, buena trabajadora, madre, padre, hija, hijo, negociante. Una generación que debe de estar al día en tendencias de salud, modas, comportamientos. Un cardumen humano que se supone debe de ser cada día mejor y con mas éxito, hasta que la muerte nos separe.
Al final, nuestros logros ¿Con quién los compartimos? ¿A quién le dejamos tantos esfuerzos? ¿Quién es nuestro sucesor?