Columna

Carta al “Campesino Afeminado”

Yo recién empecé a usar enaguas, y me encantan, ¡qué dicha que usted se las hacía a su forma!

Por Marlon Jiménez Oviedo [ él / elle / ella ] @descoloniz_arte 
Arte: Andrés Gómez [ él ] @myno.club

Estimad- Pedro Rojas Esquivel, a quien aparentemente llamaban Pedro Enaguas, en Guanacaste a inicios del siglo pasado. No sé cuál nombre resonaba y retoñaba en su corazón, pero le quise escribir una carta al leer el artículo de periódico sobre usted. Por mi parte, me abstengo de escogerle un pronombre. Mejor le ustedeo como buen ramonense que soy.

Al ver su foto, en la que miró hacia el lado y posó con el brazo por la cintura, ¿habrá imaginado usted el impacto que tendría en tantas personas como yo? Al ver su gracia tan sutil al posar, con el pelo recogido hacia atrás, el candado bien hecho y una blusa clara, me ha provocado muchas preguntas. En el final del artículo, la persona autora dice que fue difícil conseguir la foto porque usted no quería tomársela, y que por presión de amistades cedió. Intento imaginar lo que podría implicar ser de afeminada en un pueblo rural de esa época, la forma en que le miraban, no con curiosidad y respeto por su esplendor, pero con una apreciación que aleja en lugar de buscar conexión, que categoriza, cosifica, y, en el peor de los casos, violenta. También me reconforta saber que tenía muchas amigas. Tal vez sea valioso para usted saber que esa foto y lo que cuentan de su persona me han inspirado mucho.

Me encantó leer que a usted le gustaba cocinar. Según dice el artículo usted bordaba y cosía. Debo decir que lo que más me encanta de su foto es esa enagua, está espectacular.

Yo recién empecé a usar enaguas, y me encantan, ¡qué dicha que usted se las hacía a su forma! Vieras que yo y mi novio hablamos mucho de aprender a coser, para hacernos nuestras propias ropas. Su ejemplo me ha convencido a seguir explorando creativamente con la vestimenta. Me pregunto si usted hacía prendas para sus amigas también, sé que no sabremos eso, ni muchas otras cosas.

Usted nació en 1859, tres años después de la Batalla de Rivas. Fue entonces descendiente, de forma muy directa, de la generación que recibió el llamado del presidente Juan Mora Porras, segundo presidente de Costa Rica, para que los campesinos se trasladaran a la frontera con Nicaragua a enfrentarse contra William Walker, invasor gringo.

Me pregunto ¿si alguien de su familia estuvo en la batalla?

¿Será que usted venía de una familia con tierra propia para sembrar, aunque sus padres murieran cuando era usted un infante? ¿O si serían ustedes de las personas que para las décadas después de la creación de la República independiente de Costa Rica, perderían su tierra, como muchas familias campesinas, con el crecimiento de la oligarquía cafetalera y la aparición del aparato estatal? ¿O si serían ustedes de esas familias a las que ser costarricenses no les hacía sentir nada, no habiendo aún sido incorporadas al imaginario costarricense con planes de estudio que enseñaran a la gente de las provincias costeras a sentirse parte de la nación?

Lo que más me conmueve es pensar que, de alguna forma, usted sabe de mí y del impacto tan grande que me dejó al verle. Yo crecí en una zona rural, en San Ramón, en una familia campesina. Y ahora vivo en el barrio donde crecí después de haberme ido a los 16 años. Aún no me atrevo a usar enaguas para caminar por la calle o ir a reuniones familiares. Y al verle allí en esa foto, sentí que tal vez lo haré pronto.

También en esta edición: Diez años de la revista Orgullo